Cuando un proceso electoral se lleva adelante, los actos comunicativos son un imperativo más que necesario, pero no cualquier acto presentado en un medio masivo puede ser representativo de la demanda democrática, pues si fuera así una entrevista a dos o más candidatos sería tildado de debate.

La esencia del debate es la confrontación de las ideas a partir de argumentación e interpretación de la realidad que se cuestiona, más aún si se trata de una carrera electoral. Pero ¿qué tenemos en Bolivia a propósito de la campaña electoral que atravesamos? Una propuesta muy limitada y casi insultante, hacia el electorado, sobre lo que significaría enfrentar ideas para consolidar preferencias ciudadanas.

En el caso del pasado fin de semana, la red ATB –auspiciada por la Federación de Asociaciones Municipales de Bolivia (FAM) y la Confederarión Universitaria Boliviana (CUB), instituciones con tendencias residuales de lo que fue la hegemonía masista en el país–, promovió un foro-debate denominado: Debate presidencial: “El Futuro de Bolivia”, que careció de la transparencia técnica para hacer frente al desafío que tendría que representar un evento de ese tipo.

Ello debido a los siguientes aspectos: 1) Los ejes temáticos con eminente carga económica, para favorecer la ductilidad del candidato masista, 2) La ilegitimidad de la “moderadora” que es más una presentadora televisiva que conocedora del fenómeno político, 3) Los problemas técnicos al momento de ejecutar el evento, que demostraron la improvisación del medio que promovió el mismo, 4) La carencia de espacios para réplicas y duplicas de, y para los candidatos, especialmente en temas álgidos como, educación, política exterior, excesivo estatismo, caudillismo político, o crisis de Estado, entre otras.

Lo que se vivió fue una entrevista prolongada con preguntas pre-condicionadas que procuraban que cada candidato prosiga en su círculo retórico, sin salirse de su base discursiva. ¿es esto lo que Bolivia merece?, que cada ciudadano saque sus conclusiones desde la necesidad de comprender lo que realmente está en juego en nuestro país. Pero lo que sí se puede afirmar es que se desperdició del todo la posibilidad de enfrentar ideas ancladas a propuestas.

En contraste con ese evento del sábado 10, la experiencia del pasado domingo 4 de octubre, bajo el auspicio de la Asociación Nacional de Periodistas, la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, la Fundación Jubileo, la Universidad Mayor de San Andrés y una amplia red de medios de comunicación, se ajustó mejor al concepto de debate presidencial, permitiendo cuestionamientos entre candidatos, temáticas ampliadas y un ejercicio de racionalidad un poco más equilibrado.

Lo que se podría criticar es la letanía y rigidez con la que los moderadores intervenían u otorgaban la palabra a cada postulante presidencial. Al respecto, hace falta formar, en las casas de estudios superiores, especialistas en periodismo político o entrevistadores que sean además de periodistas, conocedores de otras áreas del conocimiento. Por ejemplo, además de los moderadores necesarios, contar con la participación de dos o tres profesionales que sean economistas, politólogos, abogados, internacionalistas y médicos; así se podría haber matizado preguntas técnicas con aquellas que son “electoralmente viables”, las que repiten los candidatos como un mantra irreductible a parámetros racionales.

La utilidad de un debate está circunscrito a dos planos interdependientes entre sí, los cuales sin duda fortalecen la posición/decisión del electorado frente al espectro de opciones que se le presenta: a) verifica en su potencial candidato preferido la capacidad para asumir retos si le tocara gobernar el país y b) contrasta la comprensión de uno u otro candidato sobre la coyuntura del país, las propuestas que ofrece y cómo las da a conocer.

En este sentido, no es una utopía exigir más de nuestros medios, de nuestros actores políticos y del mismo electorado, puesto que ejercer la ciudadanía requiere de criticidad y de que el mensaje político sea conocido. Por su parte, los candidatos no deberían justificarse en la inasistencia de unos para no acudir a convocatorias, o esgrimir excusas como las de: “solamente debato con el pueblo”, categoría por demás difusa y polisémica en el contexto político.

Por último, la generación de cultura política democrática es lo que se debe tender a propiciar –a través de rebatir ideas– y no solamente rating, o visibilidad mediática, puesto que ya suficiente circo tenemos con las acciones de los politiqueros que colman la fauna social boliviana.

¿Qué es un debate?

y... ¿para qué sirve?

Me encanta la discusión. Me encanta el debate. No espero de nadie que simplemente se siente ahí y esté de acuerdo conmigo; ese no es su trabajo. Margaret Thatcher

Margaret Thatcher

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