Una de las peculiaridades de una democracia en sentido contemporáneo es la alternabilidad de autoridades con capacidad de decisión que se realiza cada cierto tiempo, según esté previsto en la Constitución; que en nuestro caso corresponde a un mandato de 5 años para autoridades subnacionales y nacionales. Habiendo zanjado las elecciones nacionales, queda en el horizonte la vitrina de mujeres y hombres “idóneos” que procuran mostrarse como la opción viable ante el escenario electoral que se llevará a cabo el 2021. Es entonces que surge la pregunta ¿qué se necesita para ser candidato?
Podrían darse respuestas simplistas, pero retóricamente correctas como: un buen candidato debe ser honesto, trabajador, conocedor de la realidad popular, con carisma propio y que tenga un programa de gobierno para su gobierno municipal o departamental, según sea el caso; sin embargo, la retórica solamente embellece aquello que dista mucho de ser verdad. La realidad nacional se concentra entre la improvisación y la tendencia por reafirmar la opción ganadora de la mano de quien ostenta el poder a nivel nacional, es decir, optar por ser candidato por el MAS-IPSP.
No se dice de forma abierta pero si desea pugnar por un escaño que le otorgue poder político a nivel local o departamental, uno debe ser flexible moralmente, tener ideas ocurrentes a la hora de dar entrevistas o ser versátil al momento de echar barro a un posible contendiente, a la par debe poder tener acceso a fuentes de financiamiento para la campaña que se vendrá, lo cual dice mucho del tipo de aspiraciones políticas por parte de un ciudadano que entre en las lides electorales. En otras palabras ser producto antes que político profesional.
Hay, no obstante, una notable diferencia entre el ser y el deber ser de lo necesario para ser un candidato; mucho más aún si lo que pretendemos es ganar. De este modo, lo primordial para ser candidato se reduce a dos ideas, sencillas, pero poderosamente efectivas si uno quiere irrumpir en la arena política y lograr algún resultado potable: a) el conocimiento b) la autocrítica. Respecto al primer elemento, no cabe duda de que conocer de qué trata la política, el cargo al que se aspira y los alcances de la praxis política a la hora de enfrentar un proceso electoral, marcará la diferencia; pero no se trata de títulos o de poseer un cargo institucional (o haberlo poseído); sino más bien de haber analizado, profundizado y procesado la información electoral para volverla a favor de un potencial candidato. Hacer de la captación de simpatizantes y potenciales votantes una estrategia que va más allá de producir un enlatado comercial que sea difundido con fuerza por medios y redes sociales; de lo que se trata es de investigar las opciones que uno tiene, segmentar su territorio, elaborar un plan de acción con detalladas estrategias, en definitiva, el conocimiento aplicativo y multidisciplinario de comunicadores, politólogos, abogados, diseñadores y marketeros electorales.
Sobre el segundo elemento, escasa práctica por parte de la fauna política nacional, mucho más aún si son actores políticos de vieja laya o si poseen fortuna económica, que suele ensoberbecer a muchos seres humanos. Por esto, no todo lo que sucederá en plena campaña será efectivo o tendrá la contundencia que se espera, por ello reflexionar sobre ¿para qué quiero llegar a ser autoridad municipal o departamental? ¿qué hace un concejal o un asambleísta departamental? ¿cómo puedo optar por insertar la agenda autonómica a la visión del municipio que pretendo o al departamento que quiero dirigir? Estas y otras preguntas deberían plantearse, reevaluarse y considerase en el proceso electoral, empero, no sucede necesariamente.
Se habrá dado cuenta el lector que lejos de aptitudes que debe uno conquistar, lograr o hacer visible ante el resto de la ciudadanía, es la oportunidad o el apego a la opción ganadora lo que gesta una potencial autoridad. A veces es más suerte, que destino, y el trabajo de quienes se dedican profesionalmente a la política se queda en la teorización de un aula universitaria o en las intenciones de un asesor antes que en la materialidad de nuestra realidad. Esperemos que nuestra cultura política mejore algo para enfrentar los retos que se avecinan en los posteriores años, desde los gobiernos subnacionales, se puede y debe reconstruir la nueva generación política que se espera para hacer algo de valor para el Estado a largo plazo.