En una competencia electoral, de lo que se trata es de llegar primero, o siquiera pelear un destacable segundo lugar, con la numérica idea de consolidar una bancada legislativa que sopese el poder logrado por quien se coronó con la preferencia ciudadana en urnas. Sin embargo, hay que tener identidad electoral, que implica entre otros elementos saber qué quiero como candidato, por qué se ingresó en una competencia electoral y qué se hará en caso de no lograr impactar favorablemente en la preferencia electoral.
En el caso que ocupa a los tiempos electorales bolivianos, la presidenta en ejercicio Jeanine Añez al haber renunciado a la disputa electoral del 18-O, ha demostrado tres características criticables de su aventura como actriz política: a) La búsqueda de sumar apoyo político a partir de la sucesión constitucional histórica que le tocó vivir; b) La improvisación en la gestión gubernamental que devino en la improvisada campaña electoral y c) La noción mínima de cómo dejar la contienda electoral.
En cuanto a la primera característica, al haber enfrentado la crisis institucional que dejó el régimen masista en su ánimo de aferrarse al poder después del proceso electoral del 20-O; ella y su entorno se creyeron capaces de capitalizar los resultados de la “pacificación del país” y en vez de proyectar un liderazgo local-departamental en su natal Beni, se lanzó al ruedo electoral presidencial sin calcular el impacto de tal decisión. Ella misma se restó legitimidad en cuanto presidenta al querer mantener el poder que la sucesión constitucional le había otorgado. Y aunque no parezca relevante, el poder de la legitimidad pesa demasiado en una democracia alicaída como la boliviana. No ver ello es no comprender la realidad sociopolítica de la democracia y sus instituciones.
Respecto a la segunda característica, a pesar de haber declarado que su gabinete era eminentemente técnico, éste obedeció a un patrón de amiguismo y lealtad gestionada desde al ámbito legislativo donde ella se desenvolvía más claramente. Se sucedieron hechos de corrupción que no son estigma de una u otra organización política, sino de la moral boliviana en general; entonces enfrentar la crisis sanitaria por el covid-19 le pasó una factura que desnudó el raquistismo del sistema de salud boliviano y dejó mal parada a la gestión de la presidenta en ejercicio. De tal situación a iniciar su campaña, que no tuvo un trabajo mediático adecuado, que no estableció un slogan adecuado, que coqueteó con la red social tik tok a partir de su vicepresidenciable Doria Medina; pero que en suma demostró que no se tiene nociones de marketing político, pues no se presentaron propuestas o una proyección distintiva de sus circunstanciales contendores; dejaron sabor a ensayo y error en la ciudadanía.
Por último, en lo que se refiere a la forma en la que abandona la competencia electoral, la misma denota ausencia de asesoramiento profesional en comunicación política, en cuanto a la vestimenta usada, sus “aliados” detrás de ella y de pie, sumado al hecho de haber sido una grabación y no una comunicación en vivo, que es el respeto mínimo que se debería otorgar a la ciudadanía en semejantes circunstancias. No obstante, no es solo eso, sino que el momento de hacerlo implica una “reacción temerosa” ante los números arrojados por las encuestas que procuran tomarle el pulso al potencial elector, no cumpliendo la formalidad exigida por la norma electoral y generando un espacio de duda sobre sus candidatos a la Asamblea Legislativa Plurinacional.
No queda duda que saber comunicar en política no es tan solo prender la cámara, grabar, editar y presentar, implica mucha profundidad semiótica, manejo de contenidos y elaboración de una narrativa coherente con lo que se quiere lograr. Pero, no todo está perdido para los renunciantes, pues la dimisión de Jeanine Añez conlleva la semilla de “venderse para un proyecto futuro”, buscando reconocerse como valiente, democrática y sobre todo desinteresada, pues primero estaría el país. No queda otra que ser escéptico, cuando se invoca a la democracia como justificación, pues no se está diciendo todo lo que está detrás de la abdicación, sin duda, habrá mucho más del naciente Jeaninismo en Bolivia y dependerá de la consciencia social otorgarle la credibilidad correspondiente al gesto de renunciar. Por lo pronto, en los escasos meses que le queda en el poder, queda hacer buena letra para recuperar en algo el tiempo perdido en la incipiente campaña.