La burguesía chola y la clase política

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No es una novedad ni mucho menos, pero concebir a la clase política boliviana aporta una ingente información para comprender vilezas, inmadureces, pero sobre todo la completa desconexión entre lo que significa hacer política y el servicio al ciudadano. Se podría elucubrar unas cuantas tesis temerarias en torno al porqué de esta situación, sin embargo, creo pertinente enlazar el concepto de burguesía chola, ideado por el genial sociólogo, periodista y sobre todo cientista político nacional, René Zavaleta Mercado; con la denominada clase política.

Para ello repasemos en dos ideas lo que Zavaleta entendía por burguesía chola, primero y a partir de su imprescindible obra: Bolivia, el desarrollo de la conciencia nacional (1990) establece que la alienación siempre fue el eje explicativo de nuestras élites y fue por ello que la llamada burguesía nacional terminó siendo una mestiza, una chola, no un auténtico artífice del capitalismo que uno esperaría en una trayectoria histórica como la europea o norteamericana. Lo que produce una copia no será nada bueno claro está, y en vez de lucidez nos encontramos con el producto de ese tipo de burguesía: una oligarquía birlocha, en palabras de Zavaleta, otra burda imitación de lo que nunca fue; una clase política vinculada a lo externo pero, para nada volcada a conocer y desarrollar lo nacional.

Hoy podemos verificar que la apreciación zavaletiana sigue vigente, pues nuestros actuales actores políticos recurren a admirar en exceso las formas y medidas de lo extranjero, sin llegar a preguntarse qué tipo de sociedad o ciudadanía conforma la nación boliviana. El asesoramiento internacional en marketing político a candidatos presidenciales, la difusión de spots, la forzada comunicación con los votantes a través de redes sociales que no son comprendidas del todo dentro del espectro electoral de este sui generis país, afirman que somos aún una copia en cuanto a lo político y no desarrollamos la esencia de lo nacional, o la naturaleza del boliviano dentro de un proceso electoral.

 

La segunda idea esgrimida por Zavaleta, proviene de su libro: Clases Sociales y Conocimiento (1988), en el cual el sociólogo afirma que…la burguesía depende del mercado al que vende y, si ese mercado no es el suyo, su propia estructura productiva está condicionada por otra, es una burguesía que depende del mercado ajeno y, por consiguiente, de todas las formas capitalistas desarrolladas en la zona dominante…  Esta cuasi revelación nos recuerda que no hubo, ni lo hay, político alguno que refleje o irradie la pluralidad de pareceres que concentra Bolivia como realidad, por ello es que se constituyeron micro-burguesías locales en torno a la explotación de algún recurso mineralógico en el occidente del país o se aprovechó las bondades de la tierra en el oriente, actividades que empoderaron no sólo económicamente a una parte de la sociedad, sino a una visión sobre lo que significa administrar el poder público: plagiar el estilo y por qué no el contenido, del quehacer político de otras realidades: como ejemplo basta con nombrar los mentados programas de gobierno que se maquillan como requisito electoral, o eslóganes proselitistas llenos de ruido pero vacíos de contenido.

Cual avestruz que no sabe si buscar adentro o afuera, nuestra clase dirigente se avergüenza de su interior y admira lo que no comprende, creyendo en la imitación como respuesta ante un país que no terminó de construirse.

Al no haber sabido construir una clase política responsable, coherente y propia, se cree erróneamente, desde cada región, que el único éxito es el parcial y el cálculo electoral o de alianza es el válido para conquistar el poder. Y es que en cierta medida, es cierto, mas ¿a qué costo? Repetimos la letanía de ser ya no solamente una burguesía chola que prohíja una oligarquía birlocha, sino que la mentalidad colectiva boliviana –algo así como un fractal –parece destinada a la reiteración de patrones que asimilamos como parte de nuestra sociedad; no obstante, hay una opción: la rebeldía, la crítica de pensamiento, aquella reservada al ciudadano despierto que hace de su acción pública un señalamiento de todo lo que se halla podrido o tiende a convertirse en negatividad para el país, usted, que aborda estas líneas ¿cree en el éxito electoral de ideas adoptadas de afuera al mero estilo de la xenofilia política que se practica en Bolivia? Si es así, tal vez deba sacudir un tanto el criterio y cuestionarse qué de auténtico existe en nuestra coyuntura nacional.

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